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Almas alimentadas

lunes, 26 de diciembre de 2016

6102/21/62





   ¿Qué busca el ser humano en verdad?, ¿deleitarse con sus gustos o acostumbrarse a ir perdiendolós de a poco? Lo único que veo son quejas, están por todas partes, y no hacen nada. Ellos, quienes todo el tiempo incitan a la violencia, y se relamen las heridas otra vez sin perderle el hilo a ese aburrimiento impreso actual. ¿Qué es lo que tenía que dejar uno para que otro aprenda y comparta? Ah, sí, la sabiduría. Pero, ¿de que sabiduría hablaron los grandes?, ¿de obtener un título?, ¿de contar todo el tiempo quienes queremos ser y cómo lo estamos haciendo y exigir una devolución a tal acto de ignorancia?, ¿en qué parte nos perdimos?, ¿estábamos pensando en otra cosa cuando debíamos escuchar?, ¿será que queremos escuchar cuando nos conviene y generamos el maleficio de mostrar que somos alguien, que tenemos el poder y la aptitud para lograr lo que se pretende, que es triunfar y solo triunfar? Pero, ¿triunfar en qué sentido?, ¿en ganar más o ganar mejor?, ¿de qué hablaron los grandes?, ¿de confiar nuestras pertenencias ingratas a otros para que puedan lograr las suyas o de alentarlos y fortalecernos? ¿Ellos estaban locos o somos nosotros que vamos camino a ello al no recordar cuales fueron sus palabras, ni la motivación que los llevo a compartir sus pensamientos? El pensamiento es la base de toda convicción, ¿y qué es la convicción, sino una parte nuestra que espera siempre en la vida? Tantos roles sin orientación, tantas palabras tiradas a la basura, tanto progreso y el hombre sigue insistiendo por un sentimiento que viene solamente cuando se desliga de lo que él llama vida.

   Y ahora uno se pregunta si era lo que esperabamos, si era nuestro verdadero futuro, nuestro gran rol, nuestra puesta en escena. A veces uno piensa más allá, y sólo hace falta ver más acá, mirar un poco los pies, las cicatrices, escuchar a la conciencia, relajarse y disfrutar.


lunes, 12 de diciembre de 2016

6102/21/21





   ¿Por qué cuando creemos tocar el cielo, a la horas nos caemos? Y encima sin paracaídas, sin nadie al lado, sin poder decir nada que alguien pueda escuchar. Los gritos son ecos inentendibles en la ciudad. Escuchamos el aire casi cortando las orejas, vemos el suelo acercandosé a cientos de kilómetros por hora y no sabemos si la caída nos hará bien o terminaremos bajo tierra. Poseídos por las raíces, nuestras raíces que nos incitan luego a levantarnos y subir al cielo. Si supiéramos que vamos a caer de nuevo, ni subiríamos tan rápido (ponele). A veces, como en este momento, pensamos que decirnos todas estas cosas son totalmente al pedo; si mañana nos olvidamos lo que hicimos hoy, lo que hoy nos pase, de lo que queremos y quienes somos, nuestros propósitos, nuestros destinos. Si supiéramos mantener nuestros ideales aunque sea por una semana, hoy no estaríamos diciéndonos estas cosas; pero si no fuese como es, tampoco sabríamos lo que es tocar el cielo y enterrarnos en la tierra. Será el precio de vivir quizá lo más importante, de no ansiar tocar el cielo ni esperar la caída, de sorprendernos cada vez más, hasta pensar que estamos desconociéndonos a raíz de ello, cuando sólo nos rodea la confusión.