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Almas alimentadas

martes, 28 de noviembre de 2017

No te quedés triste





   Vení, bajá un cambio un rato, capaz no es tannn cómo pensás y estás perdiendo algo bueno; viste que siempre nos equivocamos. Quiero contarte unas cositas para que tu ánimo suba y riamos, como quieren nuestros papás y mamás, dale, no te quedés así triste, como cuando se nos va el 92 en la esquina por Mario Bravo. Imagina que vas de viaje y todo lo alcanzado por los ojos no es más que historias cruzadas en busca de paz. No te digo que algunas no asusten con sus caras o actitudes; pero dale, vení, o vamos, decime donde y caminamos, o en bici, no quiero gastar plata en bondi, aunque si me decís "vayamos en subte", lo acepto. Me encanta el subte, como que me parece; la gente va más relajada a veces, esperando que alguien toque algún instrumento o alguna canción tipo Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, y te cambie el humor, mirandonós por unos segundos silenciosos y nos besemos al fin (qué lindo es besarte). Ya nada muere en su proximidad. Al menos que la cague, como casi siempre.






lunes, 27 de noviembre de 2017

Qué dura la debés tener, pero qué chica.


Foto por Stefania Fusch (Urdinarrain)

   El aire y la combustión se pierden sin ver el sol por nuestras pieles, y acusamos a quien más necesitemos acusar para dejar por fin de ver toda esta idiosincrasia aburrida, abrumada y abstracta de que la ciudad es un fenómeno entre tanto verde sobre la vereda, entre rejas o en el margen. Quisimos ver, y pudimos, sin lugar a duda, convencer a los matrimonios que juntos o separados nunca dejarán de serlo, consiguiendo en alta calidad una foto espeluznante, controvertida y plasmante en la vista de los que nos tocó parar por el lugar que cualquier cantidad de personas pueden pasar, pero no pensar las mismas cosas. Qué gran teoría, gran descubrimiento; el pensamiento es la base de toda convicción, sí, ya lo dije, me encanta a veces repetir, me parece tan necesario repetir algunas ideas como para (creo también haberlo dicho ya,) que no se les olvide y que las traguen de una buena vez. No puedo dejar de pensar. Vos tampoco. Pensar no es razonar. Justa diferencia que nos (mal) equipara e interpone todo el tiempo. Bendito escenario, bendita la costumbre que nos permite inteligentemente dejarnos actuar a conciencia o sin un gramo de arte. Aunque te parezca ilógico, la conciencia es un arte estupendo, cálido, cobijante, que cuenta verdades de los días que nadie quiere al sol dejarlo brillar. Ya está. Ya pensé. Ya razoné. Ahora, ¿por dónde me toca a mí moverme? ¿O me reformulo otras cosas antes de concentrar lo que tengo para decir? (Uf, aflojemos). Qué difícil ser. Alguien que está todo el tiempo marginando, marginando, imaginensé lo duro que debe ser no romper con ese esquema de nivelación contemporánea e ideal. Imaginensé lo irrepetible y convincente que es el trabajo de una persona que margina. No es incompetente, no es esclavista ni conformista, tiene esa ambición que todo ser humano necesita para poder ser en verdad una persona leal a sus sentimientos, a su consentimiento, quiero decir. Imaginensé, ducharse y desempañar el espejo y ese momento de intimidad, soledad e inspiración, se convierta en un aberrante designio mortal irrefutable inconcebible irreparable histérico como mis palabras. Qué duro debe ser ser un marginal todos los días. Qué duro aguantar. sostener. Qué dura la debés tener...



martes, 21 de noviembre de 2017

7102/11/12


Foto por Florencia Charadía (Urdinarrain)



   Un cable a tierra que no va a generar me gustas ni retuits ni publicidad paga; la mezcla donde se junta las realidades de los que sufren y caminan las mismas calles que todos, pero no hacia el mismo lugar; las doctrinas sociales reventadas; las etiquetas morales dilatadas que pasan y estancás en un vaso servido por alguien que busca oportunidad; la materia que se reprueba e incita a superarse en la calle; toda la luz de la luna en las noches más largas; toda la luz del sol en los días mas cortos; los restos de comida que revuelven los hambrientos a quienes nadie escucha; los ruidos de la ambulancia que necesita de cuatro bocinazos largos para que la dejen pasar; las mañanas que impulsan a crecer, a desahogar todas las penas; la droga que ejerce el sistema desde hace años a consumir tecnología, tecnología, tecnología; los ojos que ya no miran a los ojos, y se pierden tras un culo, unas tetas, una pija; las manos que no respetan la libertad en el colectivo, el subte o el boliche; las caras preocupadas por el porcentaje de batería del celular y la Tablet; los llamados que nunca se hicieron y esperan ya hace años efectuarse; la persecución a los que piensan; los votos comprados; las muertes secretas; la mafia de la publicidad; los malos tratos a los ancianos; el abuso del poder; las clases sociales alejadas entre sí; la paciencia perdida; la compasión olvidada; los derechos pisoteados; las instituciones falsas; las órdenes arregladas; la experiencia e inteligencia contra la plata; las libertades condicionales; la corrupción que está a la vista; los centros comerciales llenos de gente que no compran nada; las críticas que siempre sobran; las mentiras de todos los días; el perdón selectivo; este mensaje que vas a ignorar: las distintas maneras que tiene uno de expresar que este mundo está jodidamente podrido, y aún así, las ganas de limpiarlo no se irán.





jueves, 16 de noviembre de 2017

7102/11/61


Foto por Stefania Fusch (Urdinarrain)



   Sinceramente, me está costando lo inabordable. Persigo miseria, estallo en mis días más tranquilos, desborda la imperatividad y no me veo reflejado en los pocos charcos de agua que, distraído o por boludo, sutilmente, suelo llegar a pisar. No sería una manifestación de bronca la siguiente, no le vería un buen presentimiento a tal presunción magnífica. Estoy resolviendo todo a la manera y la velocidad en que uno debería hacerlo. Esta maestría no adquirida en ninguna facultad, me dice que está perfectamente situada la ciudad en el medio del campo y el campo en su tierra natal. Y se extraña, más que nada el silencio, en este montón de cemento lanzado al aire como gran salvación divina, única e incomparable. No puedo estar de acuerdo con esa idea tan nefasta de que Dios solo atiende en Buenos Aires. Quiero reírme de ello. Quiero hacerle caso al viento y, que de a poquito y con gran entusiasmo, lleve mi energía por donde más le guste. Es interesante. No sé si tanto como mantener una mente positiva por una semana entera, pero si. De eso puedo darte seguridad y cada sinónimo de ella que te haga creer que manejo un lenguaje fantástico, cuando solo me resuelve algunas situaciones (y no todas siempre salen fáciles), el diccionario en línea. Te comunico y quisiera hacerlo por el resto de mi vida; ¿dónde más si no es hoy?

   Mi filosofía barrial me dice tantas cosas que no puedo negarme y obligarme a no creer en ella. Hasta acá he llegado y no puedo quejarme. Es más, lo cuento como una super ficción y con una susceptibilidad en las manos que me hará cambiar de parecer cuando no esté de humor: todos sabemos que cuando no estamos de humor, todo pequeño ruido nos molesta. Lo he estado haciendo bien, lo de sacarle el brillo a mi filosofía, siempre a mí manera (pues de otra no podría ser). ¡Es más! Si intentaría tomando otro camino, seguramente no llegaría a contarte, con tal ímpetu, el sentido común que puedo llegar a manejar estando lejos de mi memoria y la enseñanza de aquel que me hubiera incitado a seguir sus pasos, no tanto como mirar como lo hace y de allí partir un fiel camino.

   Habitualmente, quiero contar que todo poder volcado en actividad, debe tener cuidado de convertir a quien lo comparta, en esclavo. Si es como aclaro, y no me gusta para nada, la filosofía no pierde, pero abre los ojos y de ninguna manera se va a bajar los pantalones por alguien que pase a la miseria por alto.

   Concuerdo, lamentablemente, conmigo mismo y no espero que sea diferente ni en otra circunstancia, pactar más lejos que el ahora mismo; ya.



jueves, 9 de noviembre de 2017

A la inclusión


Foto por Stefania Fusch (Urdinarrain)


No sé si era odio,
quizá nunca me enseñaron y aprendí solo
a respetar una decisión,
una igualdad,
un derecho:
el tuyo.

De elegir cómo más te haya gustado ser
y mostrarle al mundo que se podía
que el bullying era una moda
que pegaba fuerte, pero moda al fin,
y la moda siempre terminó.

Quizá no estaba acostumbrado a ver la diferencia,
o directamente, nunca me había tocado
ver a nadie como vos:
libre y con firmeza.

Quizá vi a muchos como yo y malentendi
que todos debíamos ser iguales.

Llevó tiempo; la aceptación, digo; pero
más que tiempo fue el cambio de pensamiento:
abrirme a tu realidad.

Seguramente
te trajo miedos,
risas,
frustración, como todo.

Quizá nadie quiso contarme de la evolución,
de la existencia de la diversidad
y la igualdad de sexos, y yo,
con tontez (demasiada) haya creído lo contrario
por tanto tiempo, ajeno a esa realidad.

Por suerte entendí,
que no tenía el poder para cambiarte,
que era tu elección tan importante como mi razón:
las etiquetas sobran.

Ahora es mi deber contagiar a los que cruce,
porque a mí me gustaría encajar también.

Voy a prestarte mi piel,
lo prometo; mirá,
beso mi dedo índice formando una cruz
(quiere decir que es posta).

Vos tranqui,
yo te defiendo si te quieren hacer mal.




miércoles, 8 de noviembre de 2017

7102/11/80


  

 Alguien que está loco debe mirar a un mismo lugar cada vez que se despierta, debe apoyar los pies con una misma velocidad al levantarse; ir al espejo y repetir las mismas palabras, y al caminar pisar exactamente en donde lo hizo el día anterior. Debe visitar los mismos lugares durante todos los días, viendo las mismas personas, escuchando siempre las mismas voces, las mismas risas. Alguien en ese estado, debe tener la rutina de ser rutinario y cumplir con las órdenes que su misma piel impone respetando a rajatabla su segundero. Después de todo termina pareciendosé a nosotros, que queremos tener esa estructura y no podemos. Y la buscamos, la anotamos, pero se nos olvida al rato. No contamos con la cabal capacidad de manipularnos, por miedo seguramente, de no poder dejar de hacerlo, quién sabe. Debe ser agradable contar con la basta y salubre percepción de los días, nada sobra, es más, tendríamos tiempo libre para pensar en lo que debemos hacer al día siguiente. Y empieza a tornarse confusa la idea, mi idea, tu idea, que no es para nada parecida. Podemos leerla pero no interpretarla de la misma manera. Vos venís quizá de cumplir tus órdenes y yo acabo de levantarme. O quizá al revés. Y pensamos, y logramos algo (siempre se logra algo) por más que no hagamos nada durante todo un día. Mirar el techo es una acción que no cualquiera la puede llevar a cabo. Tiene que estar uno tranquilo, con la sangre esperando indicación de si seguir corriendo por las venas o parar y, sin ojos, ver el escándalo que le hace uno al mirar a un mismo lugar por horas. ¿Me vas a decir que nunca te quedaste así? Yo no recuerdo haberlo hecho últimamente, porque miro para todos lados y pienso, y pienso y anoto, y subrayo y me río de las cosas que pienso, de las que anoto y más todavía con las subrayo. Quizá yo soy todo lo que te dije al principio, y le pongo otro nombre como para que al leerlo después impreso tenga más fuerza. No sé.


domingo, 5 de noviembre de 2017

7102/11/50


Foto por Consuelo Medero (Urdinarrain)


   Parecía mentira, pensar en que en lo liviano de tener una respuesta, uno tenga que saber cómo encarar lo que sigue que, dicho sea de paso, no contrae ni consigue ver una demostración final de amor eterno que se pasa entre notorias exclamaciones, pichones de pájaros que cantan, tortugas que se quedan atrapadas en el barro y un par de situaciones a las cuales uno no puede entrar sin esperar que pase lo que se espera cuando las ganas no son más que remolinos perdiendo fricción. Gluc, gluc, retumba en el termo y me pregunto si el silencio es amigo de la traición o tan solo se hace el pelotudo cuando nos equivocamos. Dejalo ser, te dicen todos, pero bien saben que no es tan así. Hay presagios, volúmenes y todos no ven con el mismo ojo ni aceptan decir las cosas en un mismo lenguaje.


   Indiscutiblemente siempre se le escribe a alguien, que te roba un tramo de tu vida, se lleva palabras, desnudos, llantos, sonrisas, caminatas, viajes, conversaciones a cualquier hora, partidos de fútbol, idas a cualquier cancha, un par de birras, vinos, asados, choripanes, porros, río, algún que otro país visitado, alguna provincia sin conocer, algún pueblo donde nadie anda por la calle, amaneceres, atardeceres, lluvia, tomadas de sol, sexo oral, sexo anal, vaginal, peleas por el último pedazo de matambre, peleas por quién lava, quién cocina, quién hace el fernet, quién lo hace bien, quién lo hace mal, quien compra el hielo, quien se baja a comprar, quien lleva el sillón, quien pone la manta, quien se queja porque no se rompa nada, quien rompe y no paga, quien es el primero en decir “qué lindo día”, quién es el primero en burlarse de alguien; los que nunca aprenden. Hay un montón de cosas que nos hacen y nos van permitiendo seguir haciendo. Tenemos que aclarar, pero sólo a nosotros. Los demás que entiendan lo que quieran y que critiquen más todavía.


jueves, 2 de noviembre de 2017

7102/11/20


Foto por Stefania Fusch (Urdinarrain)


¿Qué es todo lo que he vivido?, ¿pude haberlo inventado?,
¿inventado haber sufrido?

Yo, que detesto sentirme así; marginado, desmantelado.

Me mareo.

Me acuesto.

Sueño pesadillas.

Voy muriendo.

Vivimos muriendo, al final.

No nos damos cuenta, pero sí.

Ayer sufrí más que hoy,
y mañana seguramente más que ayer.

O el dolor no tiene escala y ningún dolor
duele más que el otro,
y duelen todos por igual.

Me gusta esa hipótesis.

Todos deben doler igual,
y padecemos de distintas maneras.

Eso sí que cambia y rueda y rueda
y llanta y muerde cordones,
y se gasta, se quema, chilla,
se moja, se resbala, se destroza y se mete
bien adentro de los fierros,

o sea, de nuestra piel.

Y nos quedamos inmóviles por un rato,
y vamos al gomero,
o sea, a la terapia, al bar, a los libros, a la cancha,
a hacer deporte, al parque, al río, al mar, a la playa:
qué lindo es moverse cuando movemos arriesgando.

Y qué cruel puede llegar a ser, de repente,
no encontrar una gomería en kilómetros.

Ójo.

No siempre se arreglan bien las cosas.

A veces tenemos que aprender a arreglarlas nosotros mismos.

Jum.

Qué cosa con nosotros.

Qué cosa, che.

No es fija.