Foto por Stefania Fusch (Urdinarrain)
«Los recuerdos», pienso. Esta cabeza es un bolillero de recuerdos que me hace revivir la felicidad que creía perdida, y aunque cueste encontrarla en lo insondable, esa felicidad nunca se ausenta. Queda postrada en la ilusión y en el despertar de los sentimientos, a la espera de una nueva aventura. Ansiando, siempre ansiando sentir cosas que cuando las tenemos en las manos las dejamos ir por miedo a responderle mal al pasado que una vez nos iluminó.
¿Cómo una persona puede pretender recordar algo que no sabe si en ese recuerdo podrá encontrarse con ese viejo yo que deambulaba por los aires sin preocuparse en lo que mañana le afectaría? Concluye ahí no más la composición de la duda, la enfermiza duda que nunca deja de molestarnos; tan sólo diez segundos después de haber sentido la inmensidad de vivir una buena rememoración.
Y yo tan seguro de lo que sentía...
